El Museo Numismático del Banco Central del Ecuador presenta como pieza del mes al cuadro “San Eloy, a devoción de don Vicente López Solís” del autor Bernardo Rodríguez fechado en 1755. Este óleo sobre lienzo pertenece a la Colección del Ministerio de Cultura y Patrimonio y se encuentra en exhibición en la sala 2 Monedas de América del Museo Numismático del Banco Central del Ecuador.
Esta pintura de mediados del siglo XVIII, constituye uno de los dos[1] únicos bienes materiales que se conservan hasta la actualidad como testimonio de la “Cofradía de Plateros quiteños de San Eloy”. Las cofradías y los gremios jugaron un rol fundamental en la sociedad colonial quiteña pues dinamizaron las relaciones sociales y económicas de la Audiencia de Quito y estuvieron ligadas a los distintos conventos, parroquias y monasterios de la ciudad (Guerra 2000, 25).
Las cofradías y los gremios, son una herencia de la España medieval (Minchom 2007, 89) que llegó a América. La misión principal de estos grupos fue encargarse de la difusión y mantenimiento del culto religioso; sin embargo por su estructura e importancia social en torno a la religiosisdad, las cofradías principalmente perseguían también fines económicos relacionadas a los bienes y capitales que administraron (Guerra 2000, 26).
Las cofradías se constituyeron como espacios de “ayuda mutua” (Michom 2007, 90) en los que por un lado acrecentaba su importancia y poder debido a las donaciones y aportaciones de sus miembros, pero también funcionada como espacio de ayuda para sus cofrades para cubrir gastos por enfermedad, funerales y misas (Guerra 2000, 26). Con el capital ingresado, las cofradías financiaron la construcción de altares, capillas, fiestas religiosas anuales y servicios de asistencia material a los miembros de la misma (Ibídem). Con lo que las cofradías y los gremios asociados a ellas, son considerados como parte del poder socio económico de la Iglesia en la época colonial.
En el caso de la cofradía de San Eloy se trataba de una “cofradía gremial” es decir se fundó en estrecha relación con el gremio de los plateros al cual se incluían otros trabajadores de metales preciosos: como los plateros de plata, los plateros de oro, los batihojas e incluso los oficiales de ensaye en el caso de contextos donde existían casas de recogimiento, y casas de amonedación. La cofradía por su parte tuvo un sentido más amplio y acogió no solo a plateros si no también a paileros, trabajadores del cobre y herreros. (Paniagua 1988, 200).
La cofradía de San Eloy nació bajo el amparo de la orden franciscana en 1585 y más tarde en 1602 se legalizó su funcionamiento bajo la protección del convento de Nuestra Señora de la Merced (Morán 2002, 151). Esta cofradía asociada al gremio de plateros tuvo una capilla en el convento de La Merced, cuyos bienes más preciados fueron un retablo y una imagen del Santo[2] perdidos en un incendio en el siglo XX (Paniagua 1988, 202). La cofradía celebraba cada año las festividades de San Eloy con fastuosas muestras devocionales.
La obra pictórica que presentamos como pieza del mes está inserta en la dinámica de la cofradía de San Eloy. Vicente López Solís, el personaje que aparece en la esquina inferior izquierda, fue un miembro activo de la cofradía en calidad de maestro mayor (Morán 2002, 154). López Solís habría pagado por esta pintura al afamado pintor Bernardo Rodríguez, razón por la cual él aparece en calidad de donante dentro del mismo, perpetuando su prestigio y reconocimiento profesional dentro de la cofradía y como maestro platero.
El oficio de la platería en Quito estuvo estrechamente relacionado al poder económico en la ciudad, no solamente por el capital que pudo ostentar la cofradía como asociación de los plateros, si no también por el estatus económico que sus miembros poseían. Vicente López Solís, tuvo una posición económica importante la misma que le permitió mandar a realizar este cuadro y contar con dos casas en el barrio de San Sebastián (Morán 2002, 153).
Esta obra nos permite comprender las distintas dimensiones económicas que las cofradías propiciaron en la sociedad colonial quiteña. La cofradía y el gremio de plateros estuvieron además relacionados estrechamente con la actividad económica de la ciudad por los talleres y oficios, el financimiento de obras y festividades que dinamizaron la economía quiteña colonial. Estas actividades, estructuraron muchas de las lógicas sociales y económicas, especialmente relacionadas con los metales preciosos y la centralidad de los mismos como objetos principales de cobro de impuestos que sostuvieron el Antiguo Régimen; entre esos impuestos, el llamado “quinto real”, aplicado en la comercialización de la plata sea labrada o en barra, la marca del impuesto con una corona imperial en tamaño pequeño en casos iba acompañada con la del platero o su cofradía.
Carmen Fernández Salvador (2012) realiza la siguiente descripción del cuadro:
“…El Santo aparece de pie, ataviado con vestimentas eclesiásticas (capa pluvial y mitra) y sosteniendo un báculo. Aparece rodeado de figuras del Antiguo Testamento que la Biblia identifica como trabajadores del metal. Sobre el Santo y bajo el ojo de la Trinidad están Moisés y Salomón, que recibieron inspiración divina para diseñar el arca de la Alianza y el templo de Jerusalén. Bajo ello, a la izquierda, se encuentran Bezaleel, que construyó el Arca (Éxodo 31), e Hiram, el arquitecto del templo de Salomón (I Reyes 7). A la derecha están Oliab, que creó el candelabro de siete brazos, y Terah[3] “un famoso orfebre, inventor de las monedas”. En el fondo aparecen dos santos que fueron orfebres: a la izquierda San Dunstan creando un crucifijo de metal, y a la derecha el santo carmelita San Anastasio. Abajo aparece el donante, Vicente López de Solís” (Fernández – Salvador 2012, 264)
Datos técnicos:
Bernardo Rodríguez. 1755. “San Eloy, obispo, platero portentoso en milagros”. Colección Ministerio de Cultura y Patrimonio
Bibliografía:
Guerra, Patricio. 2000. La Cofradia de la Virgen del Pilar de Zaragoza de Quito. Quito: PUCE - Abya – Yala.
Minchom, Martín. 2007. El pueblo de Quito. 1690 -1810. Quito: Fonsal.
Morán, Nancy. 2002. “El licimiento de la Fe. Platería religiosa en Quito”. En: Kennedy, Alexandra (ed.) Arte de la Real Audiencia de Quito, siglos XVII. XIX. Patrones, corporaciones y comunidades. España: Editorial Nerea. Pp. 145 – 162.
Paniagua Pérez, Jesús. 1988. “La cofradía quiteña de San Eloy”. En Revista Estudios Humanísticos. Geografía, historia, arte. Universidad de León. Pp. 197 – 213.
Stratton Pruitt, Suzanne L. (ed). 2012. The art of painting in colonial Quito. Philadelphia: Saint Joseph’s University Press.
Lorena Rosero M.
Investigadora – curadora
Museo Numismático Banco Central del Ecuador
31 de mayo 2023
[1] El otro bien que se conserva de esta cofradía es el báculo de San Eloy que reposa en el convento de la Merced de Quito (Paniagua 1988, 203).
[2] Estos bienes materiales de la cofradía de San Eloy junto con un báculo, un roquete y las andas estuvieron en disputa por el pleito por el control de la cofradía y sus bienes dado entre 1735 y 1736 entre los plateros síndicos José Murillo y Joseph Albán y Palis.
[3] En la memoria popular se en honor a Terah se ha acuñado el termino “tirar” monedas o “tiraje” en referencia a la acuñación monetaria.